“Ser padre”

“Ser padre”
Por Rubén Darío Quijano

“Vosotros pues oraréis así, Padre nuestro que estás en los cielos…”

Vivimos en un mundo cambiante, formas de pensamiento vienen, y tan pronto como llegan, son desterradas por nuevas ideas, esto afecta todas las esferas de la sociedad, y por supuesto, la familia, que se ve sometida a diversas influencias, las cuales amenazan el modelo establecido por Dios.

Hemos tenido que enfrentar el machismo, como un recurso del hombre en su imposibilidad de amar, seducir, y convencer a una mujer sobre su visión; contrarrestando la incapacidad de persuasión, con fuerza física y poder económico.
Buscando la mujer su emancipación llegamos al feminismo, que fue una renuncia voluntaria de la mujer, a ser amada, para ser temida, logrando en muchos casos, convertir a ese ser maravilloso, en un hombre con formas femeninas.

La figura de la mujer es determinante, para definir las condiciones y características particulares de nuestros hijos, para su desempeño en la tierra, así mismo, los padres tenemos, dentro de todas las funciones, y responsabilidades, el papel de transmitir a nuestros hijos, la imagen de Dios, y el diseño espiritual para sus vidas. Dios se revela a nosotros como Padre, es en Él donde encontramos el modelo perfecto, para la función paterna.

En el Antiguo Pacto, Dios se reveló de muchas formas y roles diferentes, pero nunca se llamó padre de nadie: Para Israel fue su Dios, Para Abraham, fue su amigo, y solo se llamó padre de la nación, una sola vez, y como una expresión figurativa, pues ellos eran hijos de “su padre Abraham”.
Es por esto, que las palabra dadas por Jesús, cuando dijo: “Vosotros pues oraréis así, Padre nuestro…”, tiene una connotación verdaderamente revolucionaria, que marcó una diferencia en la mente y el corazón de sus discípulos; ellos deberían pasar de la relación que tenían con Dios como Creador y Juez del universo, así como Regidor de su religión, a la que ahora se disponían a tener, por medio del sacrificio de Cristo; notemos que era el mismo Dios, pero ahora, la relación era diferente, en Cristo serían constituidos hijos de Dios.

Nominalmente, todos conocemos esto, pero la pregunta es, ¿hasta qué punto vivimos esa relación de Padre e hijo, hijo y Padre, como vínculo perfecto con Dios?
Satanás ha desvirtuado esta verdad, no sólo para impedir la estrecha relación con Dios, sino para impedir que nuestros hijos puedan ver a Dios a través de la relación que nosotros tenemos con Él, como hijos suyos. La función de un padre con sus hijos, no está enfocada en transmitir simplemente nuestro perfil humano, es nuestra relación con Dios como hijos, lo que determina el contagiante modelo que debemos transmitir a nuestros hijos.
Un verdadero padre es la humanización de Dios para su hijo, ¡vaya responsabilidad y reto que tenemos!

“No llaméis padre a nadie en la tierra…”
Estas palabra dadas por nuestro Salvador, generalmente son sacadas de contexto, y las usamos al pie de la letra en la vida religiosa, y las omitimos en la vida de familia. ¿Qué quiso decir Jesús con estas palabras?
La expresión se da en una disertación directamente contra los escribas y fariseos, a quienes llama hipócritas, quienes reclamaban la posición de padres de los Hebreos, por legado de Abraham, usando esta posición para atar cargas que ellos mismos no podían llevar, y no tenían la intención de mover un dedo para llevarlas. Jesús entonces, ataca el uso de la autoridad espiritual, como fuente de beneficios y reconocimiento público, así como para reclamar la autoridad suprema, por medio de la ley de Moisés.
Allí, el Señor da el enunciado de no dar los títulos de “rabí”, “maestro”, o “padre”, a tales personas. Si asumimos que esto es textual, habría una contradicción en la constitución de los cinco ministerios, donde uno de ellos recibe el título de maestro, sólo por dar un ejemplo; ahora, es importante resaltar que la palabra usada para padre en el texto, es la palabra griega “Pather”; pero existe otra palabra, usada genéricamente en los pasajes de las cartas Paulinas y Juaninas, donde se hace relación a los discípulos como hijos, dentro de una relación paternal, bajo la palabra griega “Tecnoghono”.

¿Qué es un “tecnóghono”?
Esta palabra está compuesta por dos expresiones: la primera “tec”, que significa un proceso mecánico, y la segunda “ghono,” que traduce “gónadas”, e implica el depósito de los “genes”.
La función de un padre, sea en su condición de padre natural, o sea en su función ministerial, consiste en poner los genes de Dios a quienes están bajo su cuidado; como “tecnóghonos”, podremos darles el nombre de “hijos”, y recibir de ellos el apelativo de “padres”.
El gran peligro de nosotros como padres, es no cumplir adecuadamente con este propósito. Nuestros hijos requieren identidad, los primeros genes que pueden ser implantados en ellos son los del mundo y la cultura, en este caso, el “padre, tecnógono” sería Satanás.
La segunda posibilidad es impartirles nuestros genes naturales solamente, haciendo de ellos una réplica de nuestras cualidades, pero también de nuestras deficiencias y debilidades.
La tercera opción es impartir en nuestros hijos los genes de Jesús, por medio de nuestra relación y sujeción íntima al Espíritu Santo.

Estas mismas posibilidades son aplicables a la función ministerial, y estos tres tipos de genes harán la diferencia entre una iglesia mundana, humanista, o espiritual.
¡Qué hermoso y qué responsabilidad! Como “padres”, Dios espera que pongamos en nuestros hijos los genes de Jesús, todo lo demás es religión y fracaso.

Nuestra sociedad, la iglesia, y la familia, requieren de nosotros como padres, cumplir con esta responsabilidad, que es el factor más influyente para traer el modelo del cielo a nuestra familia, la iglesia y la sociedad.

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